Una princesa con corazón de guerrera
Toda mujer fue niña una vez. Y toda niña guarda en sus corazón sus más preciosos sueños. Sin embargo hemos perdido el corazón de mujer...
Convierte en leyenda...
No se trata de los zapatos. Se trata de saber hacia donde te diriges. Sin olvidar donde empezaste. Se trata de tener el coraje para fallar. No quebrarse cuando estas derrotado. Tomando todo lo que se te ha dado. Y hacer algo mejor..
Day of Days...
Nos lo han dicho. Miles de veces. "Fueron escogidos para ello". Una nueva unidad. Un nuevo escuadrón. Una misión única: Ser los primeros en tocar tierra. Antes que cualquier soldado haga su desembarco en el Día D. Usted. Yo. Hemos sido seleccionados para abrir brecha en las líneas enemigas...
Sin miedo a nada...
Miedo. El mayor enemigo de nuestros sueños. Temor al fracaso. A arriesgar de nuevo y salir lastimados. Interrogantes que flotan día a día en nuestras cabezas. La diferencia entre lograr algo y quedarse con las ganas...
Hambre de Gloria...
De verdad deseas morir de esta manera?. Lo sabes, esta esperando por ti. Piénsalo bien amigo. ¿Te importa tanto? ¿Realmente lo quieres?. Esa corona puedes conseguirla de otra manera. Porque arriesgarte. Lo sabes bien. Van a quebrar tus huesos y moler tu cuerpo...
26 mayo 2011
Dosis diaria - Sigue tu sueño...
25 mayo 2011
Dosis diaria - La Parábola de los Talentos...
24 mayo 2011
Dosis diaria - Fracasar no es equivocarse...
23 mayo 2011
Dosis diaria - Con los Brazos Abiertos
22 mayo 2011
Disco Recomendado: RED - End of Silence...
Dosis diaria - La certeza de lo se espera...
20 mayo 2011
Dosis diaria - En medio de la tormenta...
19 mayo 2011
Dosis diaria - ¿Hiciste eso por mi?…
Él hizo explotar naranjas en el amanecer
y limpió el cielo para que luciera azul.
Y si te gusta ver cómo se juntan los gansos,
Hay muchas posibilidades que eso lo puedas ver también.
¿Tuvo Él que hacer esponjosa la cola de la ardilla?
¿Se vio obligado a hacer que los pajarillos cantaran?
¿Y la forma divertida en que las gallinas corren
o la majestad del trueno que retumba?
¿Por qué dar a las flores aroma?
¿Por qué dar sabor a las comidas?
¿Podría ser que Él quiere ver
todo eso reflejado en tu faz?
Si nosotros hacemos regalos para demostrar nuestro amor, ¿cuánto más no querría hacer Él? Si a nosotros, salpicados de flaquezas y orgullo, nos agrada dar regalos, ¿cuánto más Dios, puro y perfecto, disfrutará dándonos regalos a nosotros?
Jesús preguntó: «Si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le piden?» (Mateo 7:11).
Los regalos de Dios derraman luz en el corazón de Dios, el corazón bueno y generoso de Dios. Santiago, el hermano de Jesús, nos dice: «Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces» (Santiago 1:17).
Cada regalo revela el amor de Dios… pero ningún regalo revela su amor más que los regalos de la cruz. Estos venían, no envueltos en papel, sino en pasión. No estaban alrededor del arbolito, sino en una cruz. Sin cintas de colores, sino salpicados con sangre.
Los regalos de la cruz.
Mucho se ha dicho sobre el regalo de la cruz mismo, ¿pero, y los demás regalos? ¿Los clavos? ¿La corona de espinas? ¿El manto que se apropiaron los soldados? ¿Las ropas fúnebres? ¿Te has dado el tiempo de abrir estos regalos?
Tú sabes que no tenía ninguna obligación de dárnoslos. El único acto, lo único que se requería para nuestra salvación era el derramamiento de sangre, pero Él hizo mucho más que eso. Muchísimo más. Examina la escena de la cruz. ¿Qué encuentras?
Una esponja empapada en vinagre.
Un letrero.
Dos cruces a ambos lados de Cristo.
Los regalos divinos intentan activar ese momento, ese segundo cuando sus rostros se iluminan, sus ojos se abren, y Dios te va a oír susurrando: «¿Tú hiciste esto por mí?»
La diadema de dolor
Que conmovió tu dulce faz,
Tres clavos horadando carne y madera
Para mantenerte en ese lugar.
Yo entiendo la necesidad de la sangre.
Me abrazo a tu sacrificio.
¿Pero la esponja amarga, la lanza cortante,
La escupida en tu rostro?
¿Tenía que ocurrir eso en la cruz?
No hubo una muerte apacible
sino seis horas colgando entre la vida y la muerte,
todo estimulado por un beso de traición.
«Oh Padre», tú insistes,
corazón silencioso a lo que habría de ocurrir,
Siento preguntar, pero necesito saber:
«¿Tú hiciste esto por mí?»
¿Estaríamos dispuestos a hacer esta oración? ¿A tener tales pensamientos? ¿Será posible que el cerro de la cruz esté lleno de regalos de Dios? ¿Los examinamos? Desempacamos estos regalos de gracia quizás por primera vez. Y mientras los tocas y sientes la madera de la cruz y sigues las marcas dejadas por la corona y palpas las puntas de los clavos, te detienes y escuchas. Quizás lo oigas susurrándote:
«Sí. Yo hice esto por ti».
Extracto del libro “Él Escogió los Clavos”
Por Max Lucado
18 mayo 2011
Dosis diaria - Atraviese la pared...
17 mayo 2011
Dosis diaria - Cortando por lo sano
16 mayo 2011
Dosis diaria - ¿Puede Dios contar con usted?
15 mayo 2011
Dosis diaria - La voz en medio de la zarza...
Con seguridad a Moisés se le cayeron las sandalias por causa de la emoción. Nos preguntamos qué sorprendió más al anciano: que Dios le hablase desde una zarza o el simple hecho de que Dios le hablase.
Recuerdas su historia. De la nobleza por adopción. Un israelita criado en un palacio egipcio. Sus compatriotas eran esclavos, pero Moisés era privilegiado. Comía a la mesa real. Fue educado en las escuelas más refinadas.
Pero la maestra que más influyó no tenía título alguno. Era su madre. Una judía que contrataron para ser su nodriza. «Moisés», casi puedes escuchar cómo le susurra a su joven hijo, «Dios te ha colocado aquí a propósito. Algún día librarás a tu pueblo. Nunca olvides, Moisés. Nunca olvides».
Moisés no lo hizo. La llama de la justicia se hizo más caliente hasta arder. Moisés vio a un egipcio que golpeaba a un esclavo hebreo y asesinó al egipcio.
Al día siguiente Moisés vio al hebreo. Pensarías que el esclavo le daría las gracias. No lo hizo. En lugar de mostrar gratitud, expresó enojo (Éxodo 2.14).
Moisés supo que estaba en dificultades. Huyó de Egipto y se ocultó en el desierto. Llámalo un cambio de carrera. Pasó de cenar con los dirigentes de estado a contar cabezas de ovejas.
No puede decirse que haya escalado una posición.
Y así fue que un hebreo brillante y prometedor comenzó a cuidar ovejas en las colinas. Del círculo más refinado al cultivo de algodón. De la oficina oval al taxi. De mecer el palo de golf a cavar una zanja.
Moisés pensó que el cambio era permanente. No existe evidencia de que haya albergado jamás la intención de regresar a Egipto. Es más, todo parece indicar que deseaba permanecer con sus ovejas (Éxodo 3.11).
Me alegra que Moisés haya hecho esa pregunta. Es una buena pregunta. ¿Por qué Moisés? O, más específicamente, ¿por qué el Moisés de 80 años?
La versión de 40 años era más atractiva. El Moisés que vimos en Egipto era más temerario y seguro. Pero el que encontramos cuatro décadas más tarde era reacio y curtido.
Si tú o yo hubiésemos visto a Moisés allá en Egipto, habríamos dicho: «Este hombre está listo para la batalla». Fue educado en el sistema más refinado del mundo. Entrenado por los soldados más hábiles. Contaba con acceso instantáneo al círculo íntimo del Faraón. Moisés hablaba su idioma y conocía sus costumbres. Era el hombre perfecto para la tarea.
Moisés a los cuarenta años nos gusta. ¿Pero Moisés a los 80? De ninguna manera. Demasiado viejo. Demasiado cansado. Huele a pastor. Habla como extranjero. ¿Qué impacto causaría al Faraón? No es el hombre indicado para la tarea.
Y Moisés habría estado de acuerdo. «Ya lo intenté antes», diría él. «Ese pueblo no quiere ayuda. Sólo déjame aquí para cuidar de mis ovejas. Son más fáciles de guiar».
Moisés no habría ido. Tú no lo habrías enviado. Yo no lo habría enviado.
Pero Dios sí lo hizo. ¿Cómo se entiende esto? En el banco de suplentes a los 40 y titular a los 80. ¿Por qué? ¿Qué sabe ahora que en aquel entonces desconocía? ¿Qué aprendió en el desierto que en Egipto no aprendió?
Para empezar, la vida en el desierto. El Moisés de 40 años era de la ciudad. El octogenario conoce el nombre de cada serpiente y la ubicación de cada pozo de agua. Si debe conducir a miles de hebreos en el desierto, será mejor que conozca lo básico de la vida en el desierto.
Si debe viajar con familias durante 40 años, es posible que le sea de ayuda comprender cómo actúan. Contrae matrimonio con una mujer de fe, la hija de un sacerdote madianita, y establece su familia.
Pero aún más importante que la vida en el desierto y la gente, Moisés necesita aprender algo acerca de sí mismo.
Al parecer lo ha aprendido. Dios dice que Moisés está listo.
Y para convencerlo, le habla a través de un arbusto. (Era necesario que hiciese algo dramático para captar la atención de Moisés.)
«Se acabaron las clases», le dice Dios. «Ha llegado el momento de ponerse a trabajar». Pobre Moisés. Ni siquiera sabía que estaba inscrito.
Pero sí lo estaba. Y, adivina qué. También lo estás tú. La voz de la zarza es la voz que te susurra. Te recuerda que Dios aún no ha acabado contigo. Claro que es posible que pienses que sí ha acabado. Tal vez pienses que ya estás en descenso. Quizás pienses que tiene otro que puede realizar la tarea.
Si eso es lo que piensas, reconsidera.
«El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo».
¿Viste lo que hace Dios? Una buena obra en ti.
¿Viste cuando la acabará? Cuando regrese Jesús.
¿Me permites deletrear el mensaje? Dios aún no ha terminado su obra en ti.
Tu Padre quiere que sepas eso. Y para convencerte, es posible que te sorprenda.
Extracto del libro “Cuando Dios Susurra Tu Nombre”
Por Max Lucado
14 mayo 2011
Dosis diaria - Gracia antes del desayuno...
Los pensamientos de Pedro son interrumpidos por un grito desde la costa. «¿Han pescado algo?»
Pedro y Juan levantan la vista. Probablemente se trate de algún habitante del pueblo. «¡No!», gritan ellos.
«¡Prueben del otro lado!», les vuelve a gritar la voz.
Juan mira a Pedro. ¿Qué daño puede hacer? De manera que nuevamente sale volando la red. Pedro envuelve su muñeca con la soga para esperar.
Pero no hay espera. La soga se pone tirante y la red tensa. Pedro apoya su peso contra el costado de la barca y comienza a jalar la red; extiende su mano hacia abajo, hala hacia arriba, la extiende hacia abajo, hala hacia arriba. Está tan inmerso en la tarea que se le escapa el mensaje.
A Juan no. El momento le resulta conocido. Esto ha sucedido anteriormente. La larga noche. La red vacía. El llamado a lanzar nuevamente la red. Los peces agitándose dentro de la barca. ¡Un momento! Levanta su vista para mirar al hombre en la costa. «¡Es Él!», susurra.
Luego levanta más la voz: «Es Jesús».
Pedro se vira y mira. Jesús el Dios del cielo y de la tierra está en la playa. Y está preparando un fuego.
Pedro se zambulle en el mar, nada hasta la costa y sale tropezando, mojado, tiritando y se para delante del amigo traicionado. Jesús ha preparado unas brasas.
—Vengan a desayunar —les dice Jesús.
Por una de las pocas veces en su vida, Pedro está en silencio. ¿Qué pudiera decir que fuera suficiente? El momento es demasiado sagrado para las palabras. Dios le está ofreciendo desayuno al amigo que lo traicionó. Y Pedro, una vez más, encuentra gracia en Galilea.
Extracto del libro “3:16
Por Max Lucado
13 mayo 2011
Dosis diaria - Su vida es vida...
El corazón de Jesús fue puro.
Miles adoraban al Salvador, sin embargo estaba contento con una vida sencilla.
Había mujeres que lo atendían (Lc.8:1-3), sin embargo jamás se le acusó de pensamientos lujuriosos; su propia creación lo despreció, pero voluntariamente los perdonó incluso antes de que pidieran misericordia.
Pedro, quien acompañó a Jesús por tres años y medio, le describe como «un cordero sin mancha y sin defecto» (1º P.1:19). Después de pasar el mismo tiempo con Jesús, Juan concluyó: «Y él no tiene pecado» (1º Jn.3:5).
El corazón de Jesús fue pacífico.
Los discípulos se preocuparon por la necesidad de alimentar a miles, pero Jesús no. Agradeció a
Dios por el problema.
Los discípulos gritaron por miedo a la tempestad, pero Jesús no. Él dormía. Jesús levantó su mano para sanar. Su corazón tenía paz. Cuando sus discípulos lo abandonaron, ¿se enfadó y se fue a su casa? Cuando Pedro lo negó, ¿perdió Jesús los estribos? Cuando los soldados le escupieron en la cara, ¿les vomitó fuego encima? Ni pensarlo. Tenía paz. Los perdonó. Rehusó dejarse llevar por la venganza.
También rehusó dejarse llevar por nada que no fuera su alto llamamiento. Su corazón estaba lleno de propósitos. La mayoría de las vidas no se proyectan hacia algo en particular, y nada logran. Jesús se proyectó hacia una sola meta: salvar a la humanidad de sus pecados. Pudo resumir su vida con una frase: «Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lc.19:10).
El mismo que salvó su alma anhela rehacer su corazón. Dios está dispuesto a cambiarnos a semejanza del Salvador. ¿Aceptaremos su oferta?
Extracto del libro “3:16”
Por Max Lucado
11 mayo 2011
Serie: ¿Como llegar fin de mes? (Primera Parte)
Dosis diaria - Por amor...
Cambió la alabanza de los ángeles por la compañía de asesinos. Él podía sostener el universo en la palma de la mano, pero renunció a ello para Motar en el vientre de una muchacha.
Si usted fuera Dios, ¿dormiría sobre paja, se alimentaría del seno de una mujer y dejaría que le envolvieran en pañales? Yo no lo haría, pero Cristo sí lo hizo.
Si supiera que aquellos a quienes ama se reirían en su cara, ¿se seguiría preocupando por ellos? … Cristo lo hizo.
Se humilló a sí mismo. Pasó de darles órdenes a los ángeles, a dormir sobre paja. De sostener las estrellas, a tomarle el dedo a María. La palma que sostenía el universo recibió el clavo de un soldado.
¿Por qué? Porque eso es lo que hace el amor. Anteponer al amado.
El amor recorre distancias… y Cristo viajó desde la eternidad ilimitada a ser confinado por el tiempo para convertirse en uno de nosotros. No tenía por qué. Pudo haber desistido. En cualquier punto del camino pudo haberse echado atrás.
Cuando vio el tamaño del vientre pudo haberse detenido.
Cuando vio lo pequeña que sería su manita, lo suave que sería su voz, el hambre que sentiría en su barriguita, podría haberse detenido.
Al primer atisbo del establo maloliente, a la primera ráfaga de aire frío.
La primera vez que se raspó la rodilla o se limpió la nariz o comió rosquillas quemadas, pudo haberse dado la vuelta y marcharse.
Cuando vio el piso sucio de su casa de Nazaret.
Cuando José le asignó la primera tarea.
Cuando sus compañeros de clase se quedaban dormidos mientras se leía la Torá, su Torá.
Cuando el vecino tomó su nombre en vano.
Cuando el granje¬ro perezoso maldijo a Dios por su mala cosecha.
En cualquier caso Jesús pudo haber dicho: «¡Basta ya! ¡Se acabó! Me marcho a casa». Pero no lo hizo.
No lo hizo porque Él es amor.
Extracto del libro “3:16″
Por Max Lucado
10 mayo 2011
Dosis diaria - Gallinas, un Martillo y Jesús...
09 mayo 2011
Dosis diaria - Y lo común se convirtió en extraordinario...
Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su único hijo, para todo aquel que en él crea, no se pierda, sino que tenga vida eterna - Juan 3:16.
08 mayo 2011
Generación X: 10 pequeños detalles que hacen grandes diferencias
- Presta atención -verdadera atención- a un niño pequeño. Todos recordamos a aquellos adultos que lo hicieron cuando éramos niños. Ellos pasan a ser nuestros modelos de comportamiento.
- Gratitud. Toma 15 segundos agradecer a alguien por su tiempo o por un regalo. Toma 15 años para ellos olvidarte cuando tú no lo haces.
- Escucha, realmente escucha, a tu abuelo cuando te repite por novena vez lo importante que es algo o la historia de lo que le pasó hace años. Ni se te ocurra reclamar. Está tratando de trascender a través tuyo.
- Hacer notas escritas, sobre todo si dicen cosas positivas de alguien. Acompañarán toda una vida a alguien.
- Permanecer en silencio cuando hay que hacerlo. La gente no recuerda que te quedaste callado. Te recuerda cuando hiciste una broma estúpida acerca de la enfermedad de alguien.
- Saludar apropiadamente. Hacerlo mirando a los ojos y dando la mano firmemente es una forma sutil de decir “No estoy por encima ni por debajo tuyo”.
- Haz ejercicio. Diez minutos al día pueden ayudarte a controlar la presión de la sangre y a despejar tu mente.
- Ten detalles con alguien más. Tener muchos te hará alguien a quien la gente quiere tener a su lado. No los tengas, y la gente se sentirá descartable contigo.
- Ten una cita especial con tu pareja de vez en cuando, aún si ya están casados y con hijos.
- La vida pasa muy rápido. No dejes pasar la oportunidad decirle a alguien cercano lo importante que es para ti.
Recuerda: La vida es demasiado corta como para gastarla en nosotros mismos. Invirtamos en un ser querido.
Dosis diaria - Un ayuno especial...
- ¿Cuales son las cosas que crees que necesitas dejar para que Dios explote realmente el potencial que hay en ti?
- Si tuvieras que entregar algo en un "ayuno especial" ¿que sería?
07 mayo 2011
En-Notados: No hay nadie como tú...