09 mayo 2011

Dosis diaria - Y lo común se convirtió en extraordinario...

Hay una palabra que describe la noche en que Él vino: común. El cielo era común, las ovejas eran corrientes y los pastores simples campesinos. A lo mucho quizás un par de diamantes que relucían en el terciopelo oscuro. Una noche llena de personas sinceras, sencillas, y comunes. Un día que pudo pasar desapercibido, de no ser porque a Dios se le antojo agregar un detalle que nunca podrá ser olvidado. Lo que el hombre no pudo imaginar, Él se atreve hacerlo realidad.

El cielo estalla, los árboles irrumpen en claridad y las ovejas enmudecen. A lo lejos un pastor observa incrédulo y se restriega sus ojos para saber si está soñando o se trata de una hermosa realidad. De un momento a otro, la noche pasa de lo ordinario a lo extraordinario. El anuncio llega a los pastores. El mesías se encuentra en un pesebre. Un lugar pequeño, frío y maloliente.

Nada sobresale en la escena. El piso es duro y la paja escasa. El establo apesta a excremento. Nada sobresale excepto la joven que sostiene la criatura entre sus brazos. El dolor del parto se ha alejado de su rostro. Su mirada se pierde ahora en la de su pequeño. El niño parece cualquier cosa menos un rey. Tiene la cara roja y arrugada. Depende completamente de la joven para subsistir. Ella toca el rostro del Dios hecho hombre. Has venido desde muy lejos, piensa posiblemente en sus adentros.

¿Por qué lo hizo? Es la pregunta del millón. Cambiar su castillo por un establo. La alabanza de miles de ángeles por la compañía de asesinos. Pasar de sostener el universo en la palma de su mano, para trabajar y dormir entre los hombres. De sostener las estrellas, a depender del cuidado de sus padres. De vivir la comodidad de lo eterno, a dar su vida por los seres que había creado. ¿Por qué? Es la pregunta que en estas fechas de carreras y regalos obviamos. Por amor.

Fue el amor hacia su creación lo que le hizo abandonar la eternidad, para ser confinando en un pequeño espacio temporal en medio de la humanidad. No tenía porque. Pudo haberse negado. Como dice Max Lucado, en cualquier punto del camino pudo haberse echado a atrás. Cuando vio lo viles que eran los seres que había creado pudo cancelar su misión. La forma en que tomaban en vano su nombre. Los hombres maldiciendo a su Padre por las cosechas, los mujeres traicionando a sus maridos o personas negando lo que por años había creído, el Mesías -nuestro salvador- pudo haberse rendido. Pero no lo hizo. ¿Porque? Todo por amor.

La clave se encuentra en 28 palabras que forman un desfile de esperanza para los que estamos vivos. Una declaración que empieza en Dios y finaliza en la vida. Tan sencillo que puede escribirse en un pequeño pedazo de papel, pero con tanto significado que pudo cambiar para siempre la historia de la humanidad. Palabras que podemos tomar o desechar, pero que no cambian el efecto del maravilloso acontecimiento que recordamos esta noche. La noche donde lo común se convirtió en extraordinario:

Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su único hijo, para todo aquel que en él crea, no se pierda, sino que tenga vida eterna - Juan 3:16.

Texto adaptado del Libro "3:16, Los números de la esperanza"
Por Max Lucado

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