05 mayo 2011

Relaciones Sanas - No te impacientes...



El Señor lo llevó afuera y le dijo: -Mira hacia el cielo y cuenta las estrellas, a ver si puedes. ¡Así de numerosa será tu descendencia! - Génesis 15:5


Dios le había dado una promesa a Abram. Sería Padre de Naciones. Sin embargo existía un pequeño detalle. Era viejo, y su esposa estéril. En Génesis 16 Abram está a punto de aprender una lección muy importante. 

Todos los acontecimientos que está por vivir (y los que ha vivido) revelan una vez más el corazón de Abram y sacan a la luz su verdadero problema: la IMPACIENCIA. Él no tenía problemas con la fe, le creía a Dios sin dudar ni un poquito. Su problema estaba en no poder esperar. Abram pensó equivocadamente que podía darle una “manito” a Dios para que su promesa se cumpliera más rápido. ¡Flor de metida de pata!

En lugar de ESPERAR el tiempo de Dios, él y su esposa hicieron las cosas como mejor les parecieron y esto les generó muchos problemas “indeseados”.

¿Qué fue lo que planearon “apresuradamente”? (16:1-3).

¿Qué problemas “familiares” surgieron? (16:4-6).

Ser impacientes, tarde o temprano, nos traerá problemas (algunos más graves que otros ¿entiendes?). Fíjate hasta qué punto crítico llegaron las cosas como resultado del apresuramiento:

Agar quedó embarazada y comenzó a despreciarla a Sarai que no podía quedar embarazada.
Sarai se enoja y se queja con su esposo.

Abram se hace el distraído, como si él no hubiera tenido nada que ver en el tema y, en otras palabras, le dice a Sarai que se las arregle como quiera.

A Sarai ni le importó el embarazo de Agar y con tal de sacársela de encima la maltrató hasta que Agar no pudo soportarlo más y se fue vagando por el desierto.

¡Qué locos! Parece la novela de la tarde. Sin embargo, en medio de todo aquel lío, intervino Dios. Y otra vez Él ofreció su misericordia para todos. Él les presentó un plan alternativo, aunque el error ya había sido cometido (16:7-14).

“El Viviente que me ve” tuvo que intervenir para poner un poco de orden. Y todo esto sucedió cuando el “joven” Abram tenía ¡86 años! ¡Qué tal el abuelito!

Piénsalo.

Las decisiones apresuradas, las actitudes impulsivas, el compre ya, ya, ya, son todas “hijas” de la impaciencia.

“No puedo esperar más para demostrarte todo lo que te amo”. “Hagámoslo ahora que no nos ve nadie”. “Me voy porque todos me tienen cansado”, etc., etc., etc., demuestran inmadurez y estupidez. ¿Y las consecuencias? ¿Y los resultados desastrosos del apresuramiento? Tú los conoces tanto como yo.

¿Crees que se te va a ir la vida por esperar el tiempo necesario? ¡No! Por supuesto que no. Al contrario, esperar el tiempo necesario te librará de las consecuencias desastrosas del apresuramiento, te enseñará a ser más paciente y te ayudará a pensar mejor las cosas. Muchísima gente apresurada después se pasa años tratando de “arreglar” los resultados de su impaciencia. ¿Qué ganaron con ir tan rápido?

Vale la pena esperar, por lo que vale la pena tener.

No te apresures.

Extracto del libro: “Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes: Génesis” - Edgardo Tosoni 
Adaptado por Pablo Vargas

1 comentarios:

Que buena reflexión para alguien que no ha esperado ¿12- 15 - 18 años? y si tenemos en cuenta que la edad del hombre fue acortada ¿Después del diluvio? entonces: Abraham cuantos tenia? como 40? comparativamente? Era un viejo que moriría de más de 180 años ,era solo un hombre maduro. Admitámolos ni en la biblia existen formulas Universales.