06 mayo 2011

Dosis diaria - ¿Como esta tu corazón?


Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí. »Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada - Juan 15.4-5.

Durante Su caminar aquí en la Tierra, con frecuencia Jesús utilizaba parábolas para enseñar las verdades más profundas de una manera sencilla que todos podían comprender. Su enseñanza contrastaba con el estilo complejo de los antiguos filósofos por su sencillez y la variedad de imágenes empleada en los relatos.

En la famosa “Parábola del Sembrador” (ver Lucas 8.4-15), Jesús nos enseña acerca del valor que tiene recibir adecuadamente el mensaje de Dios. Los diferentes tipos de terrenos en los que la semilla fue sembrada nos refieren a las diferentes respuestas que los hombres y las mujeres solemos ofrecer a su ofrecimiento de amor, paz y perdón.

En el versículo cinco, Jesús se refiere a una senda entre las cosechas utilizada para atravesar los cultivos sin dañarlos. Se trata de una tierra dura (símbolo de un corazón duro), en donde la semilla difícilmente puede atravesar la superficie. En segundo lugar, dice la parábola que otra parte de la semilla sembrada cayó sobre la piedra. Cristo aquí describe la tierra rocosa. Es una capa fina del suelo sobre una roca dura. Representa el corazón seco y superficial. El tercer tipo de tierra descrita es la tierra espinosa. Los espinos crecieron y ahogaron a la semilla, por lo que no pudo dar fruto. Esa tierra tiene una mezcla de semillas que ya no son visibles. Hace referencia a un corazón impuro.

El último tipo de tierra que Jesús menciona en la parábola es la buena tierra. Representa a quienes escucharon la Palabra, la pusieron en práctica, abandonaron todo lo malo de sus vidas y, como consecuencia, comienzan a dar fruto. Cambian para bien con relación a su familia, su trabajo, sus amigos, a punto tal que su entorno nota la diferencia.

¿Con qué clase de tierra se identifica usted? ¿Es posible que su corazón esté endurecido, como la tierra del camino? ¿O quizás encuentre que su fe se basa más en emociones que en convicciones? ¿Está su vida tan llena de cosas que le impiden crecer? ¿Qué clase de fruto produce su tierra?

Dios le ha creado con un propósito determinado: que pueda disfrutar de Su bendición y compartirla con los demás, haciendo de este mundo un lugar lleno de esperanza, reconciliación y paz. Día a día usted debe ocuparse de cuidar su “terreno”, para que esa “semilla” crezca y lleve mucho “fruto”.

Jesús nos dice hoy: “Sigan unidos a mí, como yo sigo unido a ustedes. Una rama no puede dar uvas de sí misma, si no está unida a la vid; de igual manera, ustedes no pueden dar fruto, si no permanecen unidos a mí. Yo soy la vid, y ustedes son las ramas. El que permanece unido a mí, y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí no pueden ustedes hacer nada” (Juan 15.4-5).

Si queremos que el mensaje de Jesús dé el fruto más abundante, hay que poner en práctica todos los consejos que Él mismo nos ha dado. Y lo primero es recibir la Palabra todos los días, preservarla y cultivarla hasta que dé su fruto. 

Por Rubén Kassabián

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